En estos 30 años, el relato que se impuso sobre el fin de dictadura fue que ésta fue derrotada con una simple raya sobre el No. Que la épica fue solo un día de primavera, que nació y murió la noche de un 5 de octubre, allá lejos, anclada en la memoria democrática del país.
Mucho de cierto hay en tal interpretación. Lo que ocurrió ese miércoles histórico fue fundamental, no sólo por la demostración de poder ciudadano, político, sino porque su resultado tenía validez institucional. El camino que seguiría estaba delineado en la Constitución de 1980.
Por alguna extraña razón, exacerbada por la actual época de estímulos e inmediatez producto, en parte, de la tecnología, no somos muy dados a asumir que la vida es, fundamentalmente, procesos. Vamos de salto en salto, hito en hito, en una secuencia espasmódica como si la existencia fuera una película de acción. Como la película del No.
En los días que sigan al 25 de octubre se hace urgente tener claridad sobre la concatenación de voluntades que permitieron no sólo el rotundo resultado del Plebiscito, sino incluso que el referéndum se materializara. Necesario porque lo que viene será duro, difícil, y requerirá contenidos, principios, alianzas, visión y articulación política, pero también mucha humildad. Humildad en reconocer que el 78 % del domingo es fruto de acciones previas, de varias generaciones.
Aún guardo el pantallazo de una crónica de mayo de 2007 donde se hablaba del incipiente movimiento ciudadano por una asamblea constituyente para Chile. ¡Hace 13 años ya! Luego vinieron la iniciativa de un Plebiscito para una nueva Constitución y la renovación con Marca Tu Voto, hoy Marca AC. Nadie dueño, todas y todos necesarios.
Y, también, dirigentes políticos y partidos que se fueron sumando a la demanda por una asamblea constituyente. En este proceso son necesarios los de ayer, los de hoy, los que vendrán. Con los que vendrán el ojo deberá aguzarse. Porque, seamos honestos, no todos y todas tienen vela en este entierro. El entierro de la Constitución de Pinochet. Dicho esto, aclarar que tal afirmación no obsta que todos y todas estén invitados a la fiesta constituyente que se viene. Incluso los que no la querían.
Entre quienes no la querían no están sólo el conservadurismo duro, principalmente de derecha, que este domingo votó Rechazo.
Tomo el diario y leo un titular de El Mercurio (obvio) de agosto de 2012 con el dirigente DC Genero Arriagada alertando sobre el riesgo de una asamblea constituyente. Y otro con el ex presidente PS Camilo Escalona acusando a los pro AC de fumar opio. Junto a ellos, muchos y muchas dirigentes que se transformaron, en pro de un represor realismo, en celadores de una injusta e impuesta normalidad.
Podría seguir con los ejemplos, que hoy suenan nimios, pero que hace una década significaban un duro y alto muro el cual superar. Fue el viento en contra que desencantó a muchos y muchas, asustó a otros y otras, bajó la línea a quienes, en sus propias colectividades, les cuesta extender las alas, no vaya a ser que el águila rey les divise desde lo alto y de una embestida les quite las ganas de volar. Donde el mantra era, en simple, no se puede. Similar al inocente “las van a hacer igual”, de los tiempos de Patagonia sin Represas.
Pero aún así, y como dice recurrentemente una amiga, para eso están los y las cargantes.
Ese es el primer aprendizaje. La ciudadanía no debe adivinar el futuro sino correr los límites de lo posible. Ya tuvimos Plebiscito. Se viene la convención constitucional y el referéndum de salida. Son algunos de los hitos de un proceso que comenzó hace ya muchos años, heredero de antañas luchas democráticas, ascendiente de las que nacerán.
Se vendrán dos pasos para adelante, tres para atrás. Y será en parte la persistencia, que muchas veces nace de la convicción (aunque en otras del interés), la que permitirá continuar por la senda que con paso aún más firme este fin de semana comenzamos a transitar.